Cunero
Dice su madre que al dar a luz no sintió dolor, que la cabecita se deslizó suavemente y, más rápido de lo que pensaba, ya había nacido. Le dijeron entonces que había sido niña, lo que quería. Tomaron a la bebé, la midieron, la pesaron, sacaron huellas de sus diminutos pies. Pero después no la entregaron a los brazos de su madre, sino que las separaron y una se fue en camilla a su cuarto y la otra a un cunero de decenas de camitas donde había otros como ella: tan chiquitos, tan solos cada uno. Entonces la madre reclamó a la hija a su lado. Alguien tuvo que explicarle que ya jamás serían una y la misma, a la bebé no hubo que decirle nada, solo se sintió para siempre abandonada.