De la tradición oral al podcast
Los programas se hacían y transmitían en vivo, y no quedaba huella de su existencia.
Recuerdo a mis abuelos, cada uno con su radio de pilas, con la antena de metal que se desplegaba hacia distintas direcciones según la estación que se dejara sintonizar. Ellos escuchaban radio de palabra; cada vez que cambiaban de actividad y migraban de lugar llevaban consigo su receptor. Mi abuelo escuchaba la XEW y mi abuela una estación local de Morelos cuyo nombre no recuerdo. Los programas se hacían y transmitían en vivo, y no quedaba huella de su existencia; para atender las voces de su interés había que coordinar actividades con horarios fijos y programas radiofónicos para que todo sucediera de manera armoniosa.
Mis abuelos atendían en silencio radionovelas, noticiarios, entrevistas o reportajes mientras realizaban otras actividades como cocinar, tejer, pintar, arreglar algún desperfecto, abonar el jardín e incluso descansar. También recuerdo a una tía abuela que escuchaba su radio de onda corta en las noches de insomnio: era su alfombra mágica para ir por el mundo y asombrarse de otras lenguas y sucesos.
Los abuelos de los abuelos de los abuelos de otros abuelos se escuchaban entre ellos alrededor de la mesa, del fuego, del libro, bajo la sombra de un árbol. La evolución a otras formas de cotidianeidad y descubrimientos técnicos hicieron que, a pesar de la distancia, las personas pudieran escuchar a sus semejantes, primero a través del radio y ahora a través del podcast.
El chiste es conectar a distancia a través de la palabra, como se viene haciendo desde hace siglos gracias a la tradición oral. Hoy, debido al internet y a la nube de memoria amplísima, los programas de palabra pueden escucharse desde cualquier lugar del mundo y casi en cualquier ciudad las veces que se quiera, siempre a tiempo sin importar la hora. La oferta es enorme porque no solo hay cabida para las estaciones oficiales.
Encontramos programas independientes, de enorme calidad en contenido y producción, a los que podemos tener acceso. El reto es elegir un podcast que nos guste. Si encontramos la voz, el tema, el equipo de trabajo que nos interese, las tareas domésticas tomarán nuevos vuelos y el mundo se ampliará mediante los oídos. Solo tengo que elegir y picar play.
Tengo una amiga que dice que no había planchado tan a gusto y tan bien como desde que escucha La escóbula de la brújula. Por mi parte, lo que más atiendo son programas de literatura y crecimiento personal. Lo hago mientras me baño, me subo a la elíptica, saco a pasear al perro… escucho lo que quiero, las veces que lo necesite y, para que todo mundo se entere y no interrumpan con otra tarea más, como dialogar, me pongo audífonos que se noten. Mis sobrinos se sorprenden de que ya no paso tanto tiempo con un libro en las manos; me ven, quizá, como yo veía a mis abuelos, solo que con otras tecnologías: interesados en los otros, en lo que dicen, en el mundo amplio que sucede mientras yo disfruto esta otra forma de leer.
Edmée Pardo